Publicado por Fundación I+E | 11 de enero de 2021
Son la joya de la innovación en España: más de 60 parques científicos y tecnológicos están repartidos por toda nuestra geografía. En estos entornos de excelencia ha crecido todo un ecosistema donde actúan y se relacionan desde universidades, institutos y centros de investigación, tanto públicos como privados, hasta spin-offs, startups, pymes locales y departamentos de I+D de grandes compañías.Todos van de la mano arropados al calor de administraciones municipales y/o autonómicas. En ellos se incuban, crecen y desarrollan las pymes más innovadoras; ven la luz los proyectos más disruptivos; son viveros de empresas de alto valor añadido; generan y atraen el mejor talento; son grandes captores de financiación; crean impacto en sus entornos; el conocimiento fluye en todas las direcciones… Y el emprendimiento está impreso en su ADN.
Prueba de su buen hacer innovador son la gran diversidad de proyectos que salieron, y lo seguirán haciendo, desde estos parques para combatir los efectos de la pandemia. El Respirador Andalucía Respira para las Ucis de los hospitales es un ejemplo. Hay muchos otros. Desde todos los parques se aportaron iniciativas para fabricar desde mascarillas y Epis a robots con luz ultravioleta para desinfectar habitaciones, drones para transportar muestras biológicas, biosensores de bajo coste y alta sensibilidad para determinar niveles de virus en sangre, cámaras infrarrojas y sistemas de detección de temperatura para instalaciones críticas, dispositivos inteligentes para que pacientes hospitalizados pudieran comunicarse con sus familiares a través de videoconferencias, sistemas de subtitulado para facilitar el teletrabajo a personas con discapacidad auditiva… La lista es interminable. Desde luego, los parques estaban preparados: todo su talento trabaja en red, cuentan con un alto nivel tecnológico y de digitalización (disponen de internet de alta velocidad quince años antes que el resto de la población) y el teletrabajo no paró su actividad en ningún momento. Han destacado por su menor destrucción de empleo y por aportar soluciones disruptivas para hacer frente al Covid. Suficientes motivos para pensar en el gran papel que pueden desempeñar ahora en la recuperación.
«Es el sistema más valioso y potente de la innovación española», considera Felipe Romera, presidente de la Asociación de Parques Científicos y Tecnológicos de España (APTE). En esa simbiosis conviven 8.139 empresas e instituciones que dan empleo a 178.535 profesionales, de los que más de 37.000 se dedican a tareas de I+D+i. Sus campos de acción: Informática, Telecomunicaciones, Ingeniería, Consultoría y Asesoría, Medicina y Salud, Industria, Energía y Medio Ambiente, Tecnología, Aeronáutica y Automoción. Todo ese valor, además, genera un impacto directo en su entorno: los parques suponen entre un 4 y 5% del PIB del lugar donde se ubican.
Romera da una de las claves que hacen únicos a estos entornos de excelencia. «Somos capaces de transferir conocimiento desde grupos de investigación públicos, desde universidades a grupos empresariales», afirma. O viceversa. Algo que cala en un gran espíritu emprendedor. «Las universidades animan a sus alumnos y profesores a desarrollar sus proyectos y a crear sus empresas. Otras nacen de otras pequeñas empresas o de grandes corporaciones, o de personas con determinada experiencia en un campo específico», cuenta. Eso sí, para estar en estos viveros «tienen que ser empresas que por su nivel tecnológico e innovador puedan aprovechar el parque para amplificar su desarrollo empresarial utilizando la transferencia de conocimiento», dice Romera. Las que lo hacen facturan entre un 30 y 40% más que aquellas que se ubican en otros lugares.
Los parques tecnológicos tienen además intangibles difíciles de medir. Son un ejemplo de colaboración público-privada. «Son creados desde la administración pública, pero su desarrollo es de todos los actores que interactúan», explica Romera. Ayuntamientos que ceden terrenos municipales o incluso que usan capital riesgo para financiar empresas innovadoras, comunidades autónomas que se involucran en atraer financiación…. Javier Sesma, miembro del patronato de la Fundación I+E y director general del Centro Mundial de Investigación Desarrollo e Innovación que thyssenkrupp Elevator tiene en la Universidad Laboral de Gijón, destaca otra de las grandes pilares de estos entornos: «Son grandes dinamizadores de ecosistemas de innovación —añade—.En ellos hay muchos agentes: viveros e incubadoras de empresas, centros tecnológicos y científicos… Las grandes compañías tienen sus unidades de desarrollo de negocio o sus grandes centros de investigación, o cátedras, o un marco de colaboración estable entre universidad y empresa. Se activan mecanismos de colaboración abierta: una empresa propone un reto y las empresas de su entorno ofrecen soluciones. Son entornos donde ocurren cosas y donde la innovación se palpa en los espacios, hasta los edificios son ejemplos de sostenibilidad y de iniciativas».
En esos entornos, donde fluye el conocimiento y la colaboración empresarial, también crece el talento, otro de los puntos fuertes de los parques tecnológicos, como explica Juan Carlos Campo, director de la Escuela de Politécnica de Ingeniería de Gijón, de la Universidad de Oviedo. «Nuestros alumnos —dice— hacen prácticas de larga duración a 300 metros de las aulas, en centros de innovación e investigación de grandes corporaciones. Eso crea un ecosistema real, con infinidad de lazos, de relaciones y con un contacto estrecho y directo».
De ahí que los parques evolucionen a entornos muy atractivos, «para trabajar y atraer ese talento que es difícil de retener», opina Campo. Por eso «son entornos limpios, agradables… donde la propia gestión empresarial es flexible, se trabaja por objetivos, se favorece el emprendimiento… Hasta se pone de manifiesto en la arquitectura, la decoración y los espacios de trabajo».
Existe unanimidad: «Los parques tecnológicos son una pieza fundamental para progresar en una economía del conocimiento», considera Campo. Y por tanto, para el futuro.
Fuente: ABC